abril 30, 2024

Blog do Prof. H

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O continente americano e o Estado jesuíta paraguaio

[As abundantes citações de Edmond Paris no texto sobre jesuítas abaixo (mesmo estando em espanhol, algo que a internet resolve facilmente com tradutores online), e suas referências acessíveis, retira a desculpa do leitor negacionista (desinteressado pela Verdade?) permitindo que outros sejam sua consciência (“nihil obstat“), e aumenta a perseverança do leitor que persegue o rastro da Verdade e não se deixa levar pelas crenças e descrenças ao seu redor, e dentro de si. Hendrickson Rogers].

Los misioneros de la Sociedad de Jesús descubrieron que el Nuevo Mundo era mucho más favorable que Asia para realizar su proselitismo. Allí no existían civilizaciones antiguas y conocidas, religiones firmemente establecidas ni tradiciones filosóficas; sólo hallaron tribus pobres y bárbaras, indefensas en lo espiritual y secular frente a los conquistadores blancos. Sólo México y Perú, que aún tenían fresco en su mente el recuerdo de los dioses aztecas e incas, se opusieron por mucho tiempo a esta religión importada. Además, los dominicos y franciscanos ya estaban bien establecidos. Por tanto, los hijos de Loyola realizaron su actividad agresiva entre las tribus salvajes, los cazadores y pescadores nómades.

Sus resultados variaban según la fiereza y oposición de las distintas poblaciones. En Canadá, los indios hurones — pacíficos y dóciles — aceptaron fácilmente el catecismo; pero sus enemigos, los iraqueses, atacaron las estaciones creadas alrededor del fuerte Santa María y masacraron a sus habitantes. Los indios hurones prácticamente fueron exterminados en unos diez años. En 1649, los jesuítas tuvieron que salir de allí con unos 300 sobrevivientes.

Al pasar por los territorios que ahora forman los Estados Unidos, los jesuítas no causaron mayor impresión. Recién en el siglo 19 empezaron a echar algunas raíces en esa parte del continente.

En Sudamérica el trabajo de los jesuítas enfrentó factores positivos y negativos.

En 1546, los portugueses los invitaron a trabajar en los territorios que poseían en el Brasil. Mientras convertían a los nativos, experimentaron numerosos conflictos con las autoridades civiles y otras órdenes religiosas.

Lo mismo ocurrió en Nueva Granada.

En Paraguay, por el contrario, se vivió la gran “experiencia” de la colonización jesuítica. Este país se extendía desde el Atlántico hasta los Andes, abarcando territorios que hoy pertenecen a Brasil, Uruguay y Argentina. El único medio de acceso por la selva virgen eran los ríos Paraguay y Paraná. La población estaba formada por indígenas nómades y dóciles, listos a postrarse ante cualquier dominación mientras les proveyeran alimento y un poco de tabaco. Los jesuítas no podrían haber hallado mejores condiciones para establecerse, lejos de la corrupción de blancos y mestizos, el tipo perfecto de colonia, una ciudad de Dios conforme al deseo de sus corazones.

A principios del siglo 17, el general de la Orden, a quien la corte de España había otorgado todo poder, convirtió a Paraguay en Provincia y el “Estado Jesuita” se desarrolló y floreció. Los dóciles salvajes fueron catequizados e instruidos para vivir en forma sedentaria, bajo una disciplina gentil y fuerte a la vez: “Como mano de hierro en guante de terciopelo”. Estas sociedades patriarcales deliberadamente ignoraban todas las libertades. “Todo lo que el cristiano posee y usa, la choza donde vive, los campos que cultiva, el ganado que le provee alimento y vestimenta, las armas que lleva, las herramientas con que trabaja, aun el único cuchillo de mesa que se le da a cada pareja joven cuando establece su hogar, es ‘Tupambac’, propiedad de Dios. Partiendo de este concepto, el ‘cristiano’ no puede disponer de su tiempo y de su persona libremente. El bebé que lacta está bajo la protección de su madre. Tan pronto como puede caminar, está bajo el poder del Padre o de sus agentes…

Cuando la hija crece, aprende a hilar y usar el telar. En el caso del hijo, aprende a leer y escribir, pero sólo en guaraní; el español está prohibido para impedir el comercio con los criollos corruptos… Tan pronto como una muchacha cumple 14 años y un muchacho cumple 16, se les casa porque los Padres no desean verlos caer en algún pecado carnal…

Ninguno de ellos puede ser sacerdote, monje y menos aún jesuíta… Prácticamente no les queda ninguna libertad. Pero, respecto a lo material, es obvio que están felices… En la mañana, después de misa, cada grupo de trabajadores va cantando a los campos, uno tras otro, precedido por alguna imagen sagrada. En la noche regresan a la villa de la misma manera, para escuchar el catecismo o rezar el rosario. Los Padres también han pensado en diversiones y recreaciones honestas páralos ‘cristianos’…

“Los jesuítas los cuidan como padres; y, como padres también castigan los más pequeños errores… El látigo, el ayuno, la prisión, exponerlos a la vergüenza en la plaza principal, penitencia pública en la iglesia, estos son los castigos que usan… Así que, los hijos ‘rojos’ de Paraguay no conocen otra autoridad sino la de los buenos Padres. No tienen ni la vaga sospecha de que el rey de España es su soberano” (H. Boehmer, profesor, Universidad de Bonn, “Les Jesuites” (París: Armand Colín, 1910), p. 197). 

¿No es éste un cuadro perfecto, algo caricaturesco, de la sociedad teocrática ideal? Consideremos cómo afectó el avance intelectual y moral de los beneficiarios de ese sistema, esos “pobres inocentes”, como los llamó el marqués de Loreto: “La alta cultura de las misiones no es sino el producto artificial de un invernadero que lleva en sí una semilla de muerte. Porque, a pesar de toda la instrucción y capacitación, el guaraní continuó siendo en lo profundo lo que era: un salvaje perezoso, de mentalidad estrecha, sensual, codicioso y sórdido. Como los Padres mismos dicen, él sólo trabaja cuando siente detrás de él el aguijón del supervisor. Tan pronto como se les deja solos, no les importa que la cosecha se esté pudriendo en el campo, que los instrumentos se estén deteriorando y que los rebaños estén esparcidos. Si no se le vigila mientras trabaja en los campos, tal vez hasta le quite el yugo a un buey y lo mate allí mismo, encienda una fogata con la madera del arado y, con sus compañeros, empiece a comerse la carne medio cocida hasta que no quede nada. Sabe que recibirá 25 latigazos por eso, pero sabe también que los Padres nunca lo dejarían morirse de hambre” (H. Boehmer, profesor, Universidad de Bonn, “Les Jesuites” (París: Armand Colín, 1910), p. 197).

Un libro dice lo siguiente respecto a los castigos de los jesuitas: “El culpable, vistiendo los atavíos de penitente, era escoltado a la iglesia donde confesaba su falta. Luego era azotado en la plaza de acuerdo con el código penal… Los culpables siempre recibían este castigo, no sólo sin murmuraciones, sino con gratitud… El culpable, habiendo sido castigado y reconciliado, besaba la mano de aquel que lo había golpeado, diciendo: ‘Que Dios te recompense por liberarme, mediante este leve castigo, de los sufrimientos eternos que me amenazaban'” (Clovis Lugon, “La Republique communiste chretienne des Guaranis”, p. 197).

Después de leer esto, comprendemos la conclusión a la que llegó Boehmer: “Bajo la disciplina de los Padres, muy poco se enriqueció la vida moral del guaraní. Éste se convirtió en un católico devoto y supersticioso que veía milagros por doquier, y que parecía disfrutar flagelándose hasta sangrar. Aprendió a obedecer y se apegó a los Padres —que cuidaban muy bien de él— con una gratitud filial que, aunque no era muy profunda, era tenaz. Este resultado deficiente prueba que existía un serio defecto en los métodos educativos de los Padres, ¿Cuál fue? Que nunca trataron de desarrollar en sus hijos indígenas las facultades inventivas, la necesidad de actividad y el sentido de responsabilidad. Ellos mismos inventaban juegos y entretenimientos para sus cristianos, y pensaban por ellos en vez de incentivarlos a pensar por sí mismos. Simplemente sometieron a los que estaban bajo su cuidado a una ‘instrucción’ mecánica en vez de educarlos” (H. Boehmer, profesor, Universidad de Bonn, “Les Jesuites” (París: Armand Colín, 1910), p. 204 e 205).

¿Qué otra cosa podían hacer, si ellos mismos habían pasado por una “instrucción” que duraba 14 años? ¿Podían enseñar a los guaraníes y a sus alumnos blancos a “pensar por sí mismos”, cuando para ellos eso estaba terminantemente prohibido? Las siguientes palabras no fueron escritas por un jesuíta antiguo, sino uno contemporáneo: “Él (el jesuíta) no olvidará que la virtud característica de la Compañía es obediencia total de la acción, Ja voluntad y aun el criterio… Todos los superiores estarán obligados de la misma forma a otros superiores a ellos, y el Padre General lo estará al Santo Padre… Se organizó así para otorgar a la Santa Sede una autoridad umversalmente eficaz, y san Ignacio estaba seguro de que la enseñanza y educación conducirían a la Europa dividida para retornar a la unidad católica”. El padre Bonhours escribió que con la esperanza de “reformar al mundo”, él había “adoptado en particular este medio: la instrucción de la juventud” (F. Charmot, S. J.,”La Pedagogíe des Jesuites” (París: Edit. Spes, 1943), p. 39).

La educación de los nativos de Paraguay se realizó con los mismos principios que los Padres aplicaron en el pasado, aplican ahora, y aplicarán a todos y en todo lugar. Su meta — deplorada por Boehmer, pero considerada ideal por esos fanáticos — es: la renuncia a todo criterio personal y a toda iniciativa, y una sujeción ciega a los superiores. ¿No es este el “pináculo de la libertad” y la “liberación de la esclavitud a uno mismo”, alabada por el R.P. Rouquette como ya se mencionó?

Los guaraníes fueron “liberados” en forma tan eficaz por el método jesuítico, durante más de 150 años, que cuando sus maestros se fueron en el siglo 18, ellos retomaron a sus selvas y a sus antiguas costumbres, como si nada hubiera sucedido.

 

Fonte: Edmond Paris, A História Secreta dos Jesuítas. Chick Publications, 1975, p. 58-61.


As demais partes deste material valioso, encontram-se abaixo:

Introdução – Bibliografia extensa sobre relatos envolvendo jesuítas e fanatismo sistemático oculto

Pio XII, Hitler e jesuitismo

Inácio de Loyola – A Fundação da Ordem dos Jesuítas

Os Exercícios Espirituais, A Fundação da Companhia de Jesus, O Espírito da Ordem e Os privilégios da Companhia

Os jesuítas na Europa dos séculos 16 e 17 – Itália, Portugal, Espanha, Alemanha e Suíça

Polônia, Rússia, Suécia, Inglaterra e França – Os jesuítas na Europa dos séculos 16 e 17

Missões jesuítas na Índia, no Japão e na China (séculos 16 e 17)

O continente americano e o Estado jesuíta paraguaio

A base dos ensinamentos jesuítas na Europa (sécs. 17 e 18): superstições idolátricas

As Leis (i)morais dos jesuítas

Os Jesuítas sofrem um Merecido Golpe

O Renascimento dos Jesuítas no século 19

Jesuítas no Segundo Império Francês, a Lei de Falloux e a Guerra de 1870

Los Jesuitas en Roma — El Syllabus

Los Jesuítas en Francia Desde 1870 Hasta 1885

Los Jesuítas, el General Boulanger y el Caso Dreyfus

Los Años Previos a la Guerra: 1900-1914

La Primera Guerra Mundial – El Ciclo Infernal

Preparativos Para la Segunda Guerra Mundial

La Agresión Alemana y los Jesuitas: Austria, Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia

El Movimiento Jesuíta en Francia Antes de la Guerra de 1939-1945 y Durante Ella

La Gestapo v la Compañía de Jesús

Los Campos de la Muerte y la Cruzada Antisemita

Los Jesuítas y el Collegium Russicum

El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara

Conclusión


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(Hendrickson Rogers)

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