abril 30, 2024

Blog do Prof. H

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Os Jesuítas sofrem um Merecido Golpe

[As abundantes citações de Edmond Paris no texto sobre jesuítas abaixo (mesmo estando em espanhol, algo que a internet resolve facilmente com tradutores online), e suas referências acessíveis, retira a desculpa do leitor negacionista (desinteressado pela Verdade?) permitindo que outros sejam sua consciência (“nihil obstat“), e aumenta a perseverança do leitor que persegue o rastro da Verdade e não se deixa levar pelas crenças e descrenças ao seu redor, e dentro de si. Hendrickson Rogers].

Los éxitos de la Sociedad de Jesús en Europa y en tierras más lejanas, aunque intercalados con infortunios, le permitieron mantener una posición preponderante por mucho tiempo. Pero, como ya se ha dicho, el tiempo no le favoreció. A medida que evolucionaban las ideas y el progreso de las ciencias liberaba las mentes, a la gente común y a los monarcas les resultaba más difícil aceptar el control de los defensores de la “teocracia”.

Además, debido a sus éxitos, éstos cometieron abusos que dañaron internamente a la Sociedad. Como vimos, se involucraron profundamente en la política en detrimento de los intereses de la nación. Y, pronto su actividad devoradora se hizo sentir también en la economía.

“Los Padres participaban demasiado en asuntos ajenos a la religión: comercio, bolsa de valores y liquidación de bancarrotas. El Colegio Romano, que debía ser el modelo intelectual y moral de todos los colegios jesuítas, mandaba hacer grandes cantidades de telas en Macérala y las vendía a bajo precio en ferias. Sus centros en la India, las Antillas, México y Brasil empezaron a comerciar productos de las colonias. En Martinica, un procurador creó vastas plantaciones que eran cultivadas por esclavos negros”. (Pierre Dominique,“La politique des Jesuites” (París: Grasset, 1995), p. 190 e 191).

Este aspecto comercial de las Misiones Extranjeras se mantiene igual ahora. La Iglesia Romana nunca ha despreciado la oportunidad de sacar una ganancia temporal de sus conquistas “espirituales”. En esta área, los jesuítas actuaron como las otras órdenes religiosas, y aún peor. En todo caso, sabemos que los Padres blancos se encontraban entre los más ricos terratenientes del norte de áfrica.

Los hijos de Loyola trabajaban con la misma intensidad, ya fuera para aprovechar al máximo la fuerza laboral de los “paganos” o para ganar sus almas. “En México, poseían minas de plata y refinerías de azúcar; en Paraguay, plantaciones de té y cacao, y fábricas de alfombras; además, criaban ganado y exportaban 80,000 mulas cada año” (Andre Mater, citado por Pierre Dominique, op. cit., p. 191).

Como podemos ver, la evangelización de los “hijos indígenas” era una buena fuente de ingresos. Y, para obtener aun mayor ganancia, los Padres no titubeaban en defraudar el tesoro del estado. La prueba es la conocida historia de las supuestas cajas de chocolate que descargaron en Cádiz, que realmente estaban llenas de polvo de oro.

El obispo Palafox, a quien el papa Inocente VIII envió como visitador apostólico, le escribió en 1647: “Toda la riqueza de Sudamérica está en manos de los jesuitas”.

Los asuntos financieros eran igualmente ventajosos. “En Roma, las arcas de la Orden hacía pagos a la embajada portuguesa en nombre del gobierno de Portugal. Cuando Augusto Le Fort fue a Polonia, a este monarca necesitado los Padres de Viena le abrieron una cuenta de crédito con los jesuitas de Varsovia. En la China, los Padres prestaban dinero a los comerciantes con intereses del 25, 50 y hasta 100 por ciento” (Pierre Dominique,“La politique des Jesuites” (París: Grasset, 1995), p. 191).

La vergonzosa codicia de la Orden, su moralidad relajada, sus incesantes intrigas políticas y usurpación de las prerrogativas del clero secular y regular, provocaron por doquier enemistad mortal y odio. La Sociedad se había desprestigiado totalmente entre las clases más altas. En Francia, sus esfuerzos para mantener a la gente bajo una piedad formalista y supersticiosa dio paso a la inevitable emancipación de las mentes.

No obstante, la prosperidad material de la Sociedad, sus cargos en las cortes y, en especial, el apoyo de la Santa Sede a la cual consideraban inamovible, hicieron que los jesuitas se sintieran seguros, aun en vísperas de su ruina. ¿No habían atravesado ya otras tormentas? ¿No los habían expulsado unas 30 veces, desde el tiempo de su fundación hasta mediados del siglo 18? Casi todas ias veces, tarde o temprano, recuperaron las posiciones que habían perdido.

Sin embargo, el nuevo eclipse que los amenazaba sena casi total, y esta vez duraría más de 40 años.

Lo extraño es que el primer ataque contra la poderosa Sociedad provino de la Portugal católica, uno de sus principales bastiones en Europa. Quizá una de las causas de tal sublevación fue la influencia que ejerció Inglaterra sobre esa nación desde los inicios del siglo.

Un tratado firmado entre España y Portugal en 1750 —para establecer los límites en América— dio a los portugueses un vasto territorio al este del río Uruguay, donde los jesuitas estaban trabajando. Como resultado, los Padres debían retirarse con sus convertidos, dejando ese lado de la nueva frontera para dirigirse al territorio español. Por tanto, armando a sus seguidores guaraníes, libraron una prolongada guerrilla y, finalmente, quedaron como amos del territorio que le fue devuelto a España.

El marqués de Pombal, primer ministro de Portugal, se sintió insultado. Además, este ex discípulo de los jesuitas no había conservado la “marca” característica de ellos, inspirándose en filósofos franceses e ingleses, más que en sus antiguos educadores. En 1757, expulsó a tos confesores jesuitas de la familia real y prohibió que los miembros de la Sociedad predicaran. Después de varias disputas, distribuyó folletos ai público —uno de los cuales fue “Breve relato del reino de los jesuitas en el Paraguay”, del cual se habló mucho—, logró que el papa Benedicto XIV investigara la conducta de ellos, y finalmente expulsó a la Sociedad de todos sus territorios. Esto causó conmoción en Europa, sobre todo en Francia, donde poco después se supo de la bancarrota del padre La Valette.

Este “hombre de negocios”, que administraba enormes transacciones de azúcar y café para la Compañía, se negó a pagar las deudas de los Padres. Esta decisión tuvo terribles consecuencias. El Parlamento, no satisfecho con una condena civil, examinó las constituciones de la Orden, declaró ilegal su establecimiento en Francia y condenó 24 obras de sus autores principales.

El 6 de abril de 1762 se publicó una “declaración de arresto” (acusación) que declaraba: “El mencionado Instituto es inadmisible en todo estado civilizado, ya que su naturaleza es hostil a todas las autoridades espirituales y temporales. Bajo el pretexto plausible de ser un instituto religioso, procura introducir en la iglesia y en los estados, no una Orden deseosa de difundir la perfección evangélica, sino un cuerpo político que trabaja incansablemente para usurpar toda autoridad, usando toda clase de medios indirectos, secretos y deshonestos”.

En conclusión, se describió la doctrina jesuíta como “perversa; destructora de todos los principios honestos y religiosos; ofensiva a la moral cristiana; perniciosa para la sociedad civil; hostil a los derechos de la nación, al poder real, y aun a la seguridad de los soberanos y la obediencia de sus subditos; apropiada para provocar los mayores disturbios en los estados, y para concebir y mantener la peor clase de corrupción en los corazones humanos”.

En Francia se confiscaron las propiedades de la Sociedad para beneficio de la Corona. Además, a ninguno de sus miembros se le permitió permanecer en el reino, a menos que renunciara a sus votos y jurara sujetarse a las reglas generales del clero francés.

En Roma, el general de los jesuítas, Ricci, obtuvo del papa Clemente XIII una bula que confirmaba los privilegios de la Orden y proclamaba su inocencia. Pero, era demasiado tarde. En España, los Borbones prohibieron todos los establecimientos de la Sociedad, tanto los metropolitanos como los de las colonias. Así terminó el estado jesuíta de Paraguay. Los gobiernos de Ñapóles, Parma y aun el Gran Maestro de Malta desterraron a los hijos de Loyola de sus territorios. Los 6,000 jesuítas que estaban en España tuvieron una experiencia extraña después de haber sido llevados a la prisión: “El rey Carlos III envió a todos los prisioneros al papa con una carta, en la que decía que ios ponía bajo el sabio e inmediato control de Su Santidad’. Pero, cuando iban a desembarcar en Civita Vecchia, los recibió el estruendo de un cañonazo por orden de su propio general, quien ya debía cuidar de los jesuítas portugueses y ni siquiera podía alimentarlos. Simplemente les encontraron un asilo en malas condiciones en Córcega” (Pierre Dominique,“La politique des Jesuites” (París: Grasset, 1995), p. 190 e 191).

“Clemente XIII, electo el 6 de julio de 1758, se había resistido por mucho tiempo a las peticiones apremiantes de varias naciones que demandaban la supresión de los jesuítas. Pero, estaba a punto de ceder. Había convocado a un consistorio para el 3 de febrero de 1769, donde anunciaría a los cardenales su decisión de acceder a los deseos de esas cortes. En la víspera de ese día, cuando se preparaba para dormir, repentinamente se sintió enfermo y exclamó: ‘Me muero… ¡Es muy peligroso atacar a los jesuítas !'” (Barón de Ponnat, “Histoire des variations et des contradictions de l’Eglise romaine” (París: Charpentier, 1882), II, p. 215).

Un cónclave se reunió y estuvo en sesión por tres meses. Al fin, el cardenal Ganganelli se puso la mitra y adoptó el nombre de Clemente XIV. Las cortes que habían desterrado a los jesuítas continuaron pidiendo la supresión total de la Sociedad. Pero, el papado no tenía prisa para abolir el instrumento primordial en la implementación de su política. Cuatro años después, en 1773, forzado por la firme actitud de sus oponentes que habían ocupado algunos estados pontificios, Clemente XIV finalmente firmó el Breve de Disolución “Dominus ac Redemptor”. Aun el general de la Orden, Ricci, fue encarcelado en el castillo de San angelo, donde murió unos años después.

“Los jesuitas sólo aparentaron sujetarse a este veredicto que los condenaba… Escribieron innumerables folletos contra el papa, incitando a la rebelión; difundieron mentiras y difamaron respecto a las supuestas atrocidades cometidas cuando se les confiscaron sus propiedades de Roma” (J. Huber, “Les Jesuites” (París; Sandoz et Fischbacher, 1875), p. 365).

Un sector de la opinión europea les atribuyó incluso la muerte de Clemente XIV, catorce meses después.

“Los jesuitas, al menos en principio, ya no existían; pero Clemente XIV sabía muy bien que, al firmar la sentencia de muerte de ellos, estaba firmando también la propia. ‘Esta supresión se llevó a cabo al fin — exclamó— y no lo lamento… Lo haría otra vez si no se hubiera hecho ya; pero esta supresión me matará'” (Caraccioli, “Vie du Pape Clement XIV” (París: Desam, 1776), p. 313).

Ganganelli tenía razón. Pronto aparecieron letreros en las paredes del palacio, con estas cinco letras: I.S.S.S.V. Todos se preguntaban qué significaban. Clement lo comprendió de inmediato y declaró valientemente: “Significa: ‘In Setiembre, Sara Sede Vacante’ (en septiembre la sede estará vacante, es decir, el papa habrá muerto)” (Barón de Ponnat, “Histoire des variations et des contradictions de l’Eglise romaine” (París: Charpentier, 1882), II, p. 313).

Veamos otro testimonio. “El papa Ganganelli no sobrevivió por mucho tiempo después de la supresión de los jesuitas”, dijo Escipión de Ricci. “El informe de su enfermedad y muerte, enviado a la corte de Madrid por el Ministro para España en Roma, demostró que había sido envenenado. Hasta donde se sabe, ni los cardenales ni el nuevo papa investigaron el suceso. El culpable de tal acto abominable escapó así del juicio del mundo, ¡pero no escapará de la justicia divina!” (Potter,“Vie de Scipion de Ricci” (Bruselas, 1825), I, p. 18).

“Podemos afirmar, con toda seguridad, que el 22 de septiembre de 1774 el papa Clemente XIV murió envenenado” (Barón de Ponnat, “Histoire des variations et des contradictions de l’Eglise romaine” (París: Charpentier, 1882), II, p. 224).

Mientras, la emperatriz de Austria, María Teresa, también había desterrado a los jesuitas de todos sus estados. Sólo Federico de Prusía y Catalina II, emperatriz de Rusia, los recibieron en sus países como educadores. Pero, en Prusia, sólo lograron permanecer diez años, hasta 1786. Rusia les permitió quedarse más tiempo, pero finalmente, por la misma razón, provocaron la animosidad del gobierno.

“La supresión del cisma y la unión de Rusia con el papa los atrajeron como la luz atrae a la polilla. Allí iniciaron un activo programa de propaganda en el ejército y la aristocracia, y lucharon contra la Sociedad Bíblica creada por el zar. Tuvieron algunos éxitos y lograron la conversión del príncipe Galitzine, sobrino del Ministro de Religión. Por tanto, el zar intervino promulgando el decreto del 20 de diciembre de 18Í5” (Pierre Dominique,“La politique des Jesuites” (París: Grasset, 1995), p. 220).

Por supuesto, las causas del decreto, que expulsó a los jesuítas de San Petersburgo y Moscú, fueron las mismas que en los otros países. “Nos dimos cuenta de que no cumplían los deberes que se esperaba de ellos… En vez de vivir como habitantes pacíficos en un país extranjero, perturbaban la religión griega que ba existido desde la antigüedad, la religión predominante en nuestro imperio y sobre la cual descansa la paz y felicidad de las naciones bajo nuestro cetro. Abusaron de la confianza que lograron, alejando de nuestra religión a la juventud que se les había confiado y a las mujeres inconstantes… No nos sorprende que hayan expulsado a esta Orden religiosa de todos los países y que sus actos no sean tolerados en ningún lugar” (Pierre Dominique,“La politique des Jesuites” (París: Grasset, 1995), p. 220).

En 1820, al fin se tomaron medidas generales para desterrarlos de todo Rusia. Pero, por sucesos políticos que los favorecieron, una vez más se encontraban en Europa occidental cuando el papa Pío VII restableció solemnemente su Orden en 1814. Daniel-Rops, gran amigo de los jesuítas, expresa con claridad la importancia política de esta decisión. Respecto a la “reaparición de los hijos de Loyola”, escribió: “Era imposible no ver en ella un acto obvio de contrarrevolución” (Daniel-Rops, de la Academia Francesa, “Leretablissementde la Compagnie de Jesús” (Etudes, septiembre de 1959)).

Fonte: Edmond Paris, A História Secreta dos Jesuítas. Chick Publications, 1975, p. 71-76.


As demais partes deste material valioso, encontram-se abaixo:

Introdução – Bibliografia extensa sobre relatos envolvendo jesuítas e fanatismo sistemático oculto

Pio XII, Hitler e jesuitismo

Inácio de Loyola – A Fundação da Ordem dos Jesuítas

Os Exercícios Espirituais, A Fundação da Companhia de Jesus, O Espírito da Ordem e Os privilégios da Companhia

Os jesuítas na Europa dos séculos 16 e 17 – Itália, Portugal, Espanha, Alemanha e Suíça

Polônia, Rússia, Suécia, Inglaterra e França – Os jesuítas na Europa dos séculos 16 e 17

Missões jesuítas na Índia, no Japão e na China (séculos 16 e 17)

O continente americano e o Estado jesuíta paraguaio

A base dos ensinamentos jesuítas na Europa (sécs. 17 e 18): superstições idolátricas

As Leis (i)morais dos jesuítas

Os Jesuítas sofrem um Merecido Golpe

O Renascimento dos Jesuítas no século 19

Jesuítas no Segundo Império Francês, a Lei de Falloux e a Guerra de 1870

Los Jesuitas en Roma — El Syllabus

Los Jesuítas en Francia Desde 1870 Hasta 1885

Los Jesuítas, el General Boulanger y el Caso Dreyfus

Los Años Previos a la Guerra: 1900-1914

La Primera Guerra Mundial – El Ciclo Infernal

Preparativos Para la Segunda Guerra Mundial

La Agresión Alemana y los Jesuitas: Austria, Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia

El Movimiento Jesuíta en Francia Antes de la Guerra de 1939-1945 y Durante Ella

La Gestapo v la Compañía de Jesús

Los Campos de la Muerte y la Cruzada Antisemita

Los Jesuítas y el Collegium Russicum

El Papa Juan XXIII se Quita la Máscara

Conclusión


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(Hendrickson Rogers)

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